El sistema capitalista, en su etapa financiera más voraz, se manifiesta minuto a minuto de forma degenerada. En este tablero de juego, los cuerpos ocupan posiciones que tienden a reproducir esta maquinaria. Vivimos en una cultura de explotación y genocidio que nos oprime como comunidad. Las secuelas a nivel global de la pandemia, sumadas a la profundización en el modo de producción especulativo-financiero y de sus relaciones sociales, nos inundan en preguntas. ¿Cómo asimilamos las catástrofes que se nos presentan una y otra vez en la historia? Los hechos históricos que intentan presentarse aislados entre sí, ya sea por el momento calendario o el territorio geográfico, están relacionados. Son parte del sistema de exterminio que, en definitiva, busca desorganizar y aniquilar el cuerpo principal del combate por la liberación: el pueblo trabajador.
Hoy recordamos con una memoria activa a toda una generación de militantes e, incluso, a su descendencia, quienes fueron arrancados de las manos de sus familias y de un proyecto revolucionario. No debemos olvidar. Pero, además, tenemos la responsabilidad de producir conocimiento estratégico sobre este y otros procesos sociales. ¿Por qué? Porque suelen ser la máxima expresión de la lucha en momentos de agudización de las crisis sistémicas y de disputa por el poder. El pueblo estaba preparado para dar vuelta la taba, para que los de arriba tiemblen por los de abajo organizados.
Hoy nos preguntamos sobre el rol de lxs comunicadores, el peso histórico de analizar cada momento y de fijarlo en un relato, las formas de trabajo, las herramientas a disposición y las limitaciones. En el pasado, los compañeros trabajaron desde la clandestinidad en contra de la censura. Hoy trabajamos desde las redes contra el bombardeo mediático. Tal vez sea la tarea de la comunicación trabajar la dimensión organizativa superando las contradicciones que nos impone la comunicación hegemónica con el objetivo de avasallar la expresión de lucha del pueblo. Mantener viva la historia y la memoria en pos de una crítica del presente como un termómetro de la situación actual: para saber dónde mirar, qué comunicar y cómo actuar.
EJE 1 | Comunicación y memoria
EJE 1 | Entre la virtualidad y la presencialidad: nuestras relaciones
En la actualidad, nos enfrentamos a situaciones de trabajo donde se materializa la relación de producción asimétrica que da sentido al sistema capitalista. El abuso de autoridad, el incumplimiento en las leyes laborales y las condiciones precarizadas de empleo son moneda corriente de lo que conocemos como trabajo formal, más aún en situaciones informales.
El emprendedorismo y las prácticas DIY - Do It Yourself ("Hacelo vos mismx") son cada vez más comunes entre lxs trabajadores, que encontramos en éstas un ingreso extra para llegar a fin de mes. Nos seduce con la idea de ser nuestrx propix jefe, sin pagar local o impuestos. Este tipo de relación económica nos exige enfocar nuestra energía en tareas de marketing, sumadas a las de producción, compra de insumos y distribución. El florecimiento del home-office y de las apps de pedidos a domicilio nos hacen creer que todo está al alcance de nuestras manos. Así parece fácil y casi obligatorio explotar al máximo nuestra creatividad como seres “libres” en el mercado.
La presión por adaptarse a esta ola de alta productividad y sobrevivir a la crisis se manifiesta en la búsqueda de formación de corte capacitista sobre empleos tradicionales o bien en la necesidad de inserción en la realidad virtual con una alta competencia global. Desde la época del zapping a los tiempos del scroll se nos imponen identidades: primero la de consumidores pasivos, con espacios de producción y consumo marcadamente diferenciados; más tarde, la de prosumidores, donde la producción y consumo son tareas simultáneas no solo en lo en el plano inmaterial. Trabajamos 24/7, desde lo formal o informal, desde la virtualidad o la presencialidad.
Las relaciones sociales que nos sostienen requieren de un esfuerzo para subsistir. La crisis se acrecienta. No sólo lo vemos en las catástrofes o enfrentamientos mundiales. También se nos manifiesta en estados anímicos y anémicos individualizados.
Necesitamos construir esa red que nos contenga y sea constante. Es una decisión política profundizar los proyectos encarados junto a compañerxs, amigxs o familiares para afrontar esta etapa generando otro tipo de relación social que nos permita desplegar nuestra fuerza. En este sentido, producir un análisis más general de la situación actual es clave para no caer en particularidades o personalismos. Una mirada objetiva de la realidad nos arroja datos para generar escenarios de discusión y conversación entre pares para disputar el sentido común impuesto.
Lo principal es cómo y con quién. Pero, sobre todo, el porqué sostener estas relaciones en el plano productivo que nos contagien de nuevas preguntas sobre este momento, allí hallaremos propuestas. El intercambio se funde y difunde entre lo que pensamos y hacemos. En nuestras necesidades y urgencias construidas socialmente nos sostenemos para nutrir una moral e identidad revolucionaria, para sentirnos y saber que somos parte de algo más grande.
El estado de aislamiento social implicó la materialización de las transformaciones que se venían dando en el polo del trabajo. Desde el uniforme (por el uso del barbijo) hasta la superproducción de contenidos de todo tipo, debido al teletrabajo. Día a día, los medios de comunicación tradicionales y hegemónicos recrudecieron la lógica amarillista con la que mostraron la pandemia. Dieron rienda suelta a un pánico social ya sembrado, suministrando el minuto a minuto de la enfermedad global.
Este contexto vuelve a poner sobre la mesa una discusión: ¿cuáles son los recursos necesarios para sobrevivir? En Argentina tuvimos que esperar al decreto 690/2020 para que las telecomunicaciones fueran declaradas servicio público esencial y estratégico. Esto se logró a partir de las luchas de organizaciones de trabajadores que precisan la conectividad para su labor y la reclaman como un derecho. Un ejemplo claro es la situación de lxs trabajadores de la educación, quienes pagan con sus salarios la conexión a internet y los dispositivos necesarios para preparar y dictar clases.
Mientras que las regulaciones y el congelamiento de las tarifas dictados por el gobierno duran poco, las inversiones en telecomunicaciones se concentran y privatizan cada día más. Las redes extraen de las comunidades su riqueza para centralizarla en sus nodos. Para algunxs se refuerza la flexibilización laboral, los salarios bajos, la extensión de la jornada y la responsabilidad de solventar los recursos para trabajar. Para otrxs, la convergencia económica genera ganancias desorbitantes provenientes de la telefonía móvil y fija, los servicios de cable, distribución y producción de contenido.
Polarización exponencial.
¿Qué nos dice esta situación del momento de crisis que estamos atravesando? ¿Dónde radica el valor de la actividad económica? ¿Cómo diferenciamos lo esencial de lo no esencial? ¿En su capacidad de extraer mayores márgenes de ganancias o en el bienestar que implica su desarrollo para una comunidad? Lo que hoy consideramos esencial está en disputa: ¿trabajo social o ganancia privada?
La crisis global parece decirnos que hay trabajos que sobran. Por un lado, millones de trabajadores somos descartadxs/descartables porque no tenemos cabida en el sistema. Así mismo, otros millones somos precarizadxs en empleos rentados pero forzadxs a sostener un papel de consumidores-ciudadanos, debiendo adquirir servicios para sostener las in-condiciones de trabajo. En el otro polo, e incluso viendo las luchas intestinas, lxs capitalistas se apropian del valor de nuestro trabajo.
Afirmamos que el trabajo humano encierra la capacidad creativa y creadora de todo ser social. En este sentido, todo empleo formal o informal es esencial porque crea valor. Pero es necesario preguntarnos para qué y con quiénes trabajamos para desarmar la lógica de este sistema productivo que nos otorga un lugar, una función, una razón de ser necesitadxs… o no.
Como comunicadoras, día a día nos ponemos la tarea al hombro para sortear esta situación de precariedad y construir un mensaje que colabore en la orientación de nuestra clase: la trabajadora. Buscamos generar una acción que no empieza ni termina en la lectura o consumo del contenido elaborado ni en el hecho mismo. Lo que nos interesa es profundizar en un modo de leer y percibir la realidad.
Hoy el trabajo revolucionario es necesario para construir otras condiciones de humanidad. Allí radica su valor y la orientación que queremos tomar.