“Un hombre en la costa de Colombia,
que había contemplado desde arriba la vida humana
dijo que somos un mar de fueguitos” (Eduardo Galeano).
Lo natural es social - 24-08-2019
La aceleración descontrolada con que avanza el fuego sobre el Amazonas, representa para nosotros, entre otras cuestiones, una clara forma a través de la cual los grandes capitales se disputan el globo a costa de incinerar a su paso cualquier forma de vida: flora y fauna milenaria, reservas naturales en extinción y por supuesto, poblaciones humanas. Es prueba irrefutable que cuando lo necesitan, una reserva natural de las más inmensas puede ser encendida y desechada al instante. En los últimos días, hemos visto como el propio presidente de Brasil, Jair Bolsonaro echaba la culpa a las ONGs ambientales, diciendo que “puede haber una acción criminal por parte de esas ONG para llamar la atención precisamente contra el Gobierno de Brasil”. A lo que el presidente francés Emmanuel Macron, en una suerte de respuesta dijo: “Bolsonaro ha decidido no respetar sus compromisos sobre el cambio climático y en esas condiciones, Francia se opone al acuerdo de Mercosur tal como está”. Dimes y diretes de quienes detentan intereses contrapuestos en la lucha interimperialista. Pero más allá de quiénes sean los responsables haber iniciado los diversos focos de incendio, que comprenden miles de hectáreas en Brasil, Bolivia y Paraguay, nos podríamos preguntar por qué no pudimos evitar este desastre. Hoy hablamos del Amazonas, mañana podríamos estar haciéndolo sobre el Acuífero Guaraní, las minas de Potosí o el yacimiento de Vaca Muerta. Es necesario preguntarnos por qué no pudimos decidir qué hacer. Una parte es sencilla pero no menos cruenta: como pueblo no tenemos la tierra, ni los recursos y por lo tanto, tampoco tenemos la decisión en nuestras manos. Nosotros, conscientes de la lucha histórica en defensa de nuestro territorio latinoamericano, no pudimos tomar las riendas de este y otros problemas porque no tenemos o bien no ejercitamos el poder de hacerlo. No tenemos dominio de las condiciones en las cuales miles de trabajadores y trabajadores son explotados a cambio de migajas y no tenemos la decisión sobre lo que sucede con nuestra madretierra. Lo natural no es un mero paisaje a contemplar (aunque la meditación es una forma que siempre practicamos, al menos al observar el cauce de un río), ni un simple recurso a explotar. Lo natural es el hábitat en donde intentamos otra forma de vida, con otras relaciones humanas diferentes a las imperantes. Pero también es la raíz desde la cual brotamos para ser humanos y eso devuelve a lo social: en algún momento de la historia de los pueblos, vivíamos en comunión. Los diferentes sistemas de organización social, en particular el capitalista en su fase imperial (bajo hegemonía financiera) está llegando hasta lo más profundo. Es como si pensáramos en un ser global que estimula los sentidos para dominarnos y luego nos enseña a autodestruirnos. Porque lo natural está en nosotros. Si queremos dejar de lado prácticas capitalistas de destrucción y envenenamiento bajo múltiples formas (consumo de bienes masivos), tenemos que poder pensar ésta dimensión del poder. Lo natural es social, lo social es natural. No están incinerando el amazonas por intereses foráneos, están provocando, una vez más, un cortocircuito en las terminales que controlan nuestros órganos vitales. El problema es nuestro y queremos/podemos (aunque sea como posibilidad) hacerlo. Lo que media es TAREA. Seamos un mar de fuegos, nosotros.
Lo natural es social - 06-08-2020
El descontrolado fuego que avanza sobre las islas del delta del Paraná reactivó la misma alarma que un tiempo atrás sonaba por la situación del Amazonas y Australia. El equilibrio de los ecosistemas vuelve a ser una ficha más puesta a jugar en el tablero del sistema capitalista. Para nosotros el fuego representa una forma clara a través de la cual los grandes capitales se disputan el globo, a costa de incinerar a su paso cualquier forma de vida: flora y fauna milenaria, reservas naturales en extinción y por supuesto, poblaciones humanas.
Imágenes de Rosario, Santa Fe y Entre Ríos se entremezclan bajo el hashtag Ley de Humedales Ya. ONGs ambientalistas, activistas y figuras políticas denuncian el agronegocio, el extractivismo y los negocios inmobiliarios. Pero ¿sólo nos cabe la importancia de denunciar a los responsables de haber iniciado los diversos focos de incendio? Hoy hablamos de los humedales, las islas, mañana podríamos estar haciéndolo sobre el Acuífero Guaraní, las minas de Potosí o el yacimiento de Vaca Muerta.
Es necesario preguntarnos por qué no podemos decidir qué hacer. Una parte de la respuesta es sencilla, pero no menos cruenta: como pueblo no tenemos la tierra, ni los recursos y, por lo tanto, tampoco tenemos la decisión en nuestras manos. Pero también, conscientes de la lucha histórica entre oprimidos y opresores, no ejercitamos el poder de tomar las riendas de nuestro destino y tener decisión en este y otros problemas, que son parte del mismo problema. No tenemos dominio de las condiciones en las cuales miles de trabajadores y trabajadores son explotados a cambio de migajas y no tenemos la decisión sobre lo que sucede con nuestra madretierra.
Lo natural no es un mero paisaje a contemplar ni un simple recurso a explotar. Lo natural es el hábitat en donde intentamos otra forma de vida, con otras relaciones humanas diferentes a las imperantes. Pero también es la raíz desde la cual brotamos para ser humanos y eso nos devuelve a lo social: en algún momento de la historia de los pueblos, vivíamos en comunión. Este sistema capitalista de organización social, en particular en su fase imperial y bajo hegemonía financiera, está llegando hasta lo más profundo en la lucha por imponer una forma de vivir y morir.
Lo natural está en nosotros. Si queremos dejar de lado prácticas capitalistas de destrucción y envenenamiento bajo múltiples formas tenemos que poder pensar en la dimensión del poder. Lo natural es social, lo social es natural. Nos están incinerando por intereses foráneos, están provocando, una vez más, un cortocircuito en las terminales que controlan nuestros órganos vitales. El problema es nuestro y queremos/podemos construir lo superador. Lo que media es TAREA. Seamos un mar de fuegos, nosotros.
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